viernes, 28 de enero de 2011

Crisis económica y estadísticas verosímiles

Por Bruno Seminario De Marzi

En los últimos tiempos y absolutamente en contra de lo esperado, ha sido frecuente enterarnos de que destacados comentaristas anunciaban el inminente fin de la recesión en los Estados Unidos. Se trata de aquellos mismos que indicaron, a principio del año pasado, que la crisis hipotecaria era un fenómeno local y sin mayores consecuencias. ¿Habrá contagiado el ánimo de algún desprevenido especulador estas esperanzas tan sanas como vanas? Si así habría ocurrido, fue breve el efecto, porque los datos publicados por el departamento de trabajo de los Estados Unidos volvieron a confirmar el movimiento hacia la recesión. Luego, y eso nos sirve para traer a colación un debate tan en boga por nuestros lares, ¿son dignas de credibilidad dichas estadísticas?

En ese sentido, en el Perú, suele haber una marcada desconfianza por las estadísticas generadas por los organismos nacionales; pero predomina la opinión de que las estadísticas que publican los institutos del Gobierno de los Estados Unidos son de una excelente calidad y, además, que son instrumentos útiles para tomar adecuadas decisiones económicas. Sin embargo, esta opinión parecería ser una mera fantasía, ya que hay amplia evidencia de que estos indicadores no reflejan la marcha real de la economía, sino la lógica de modelos bastante cuestionables. Un buen ejemplo es el reporte de empleo que publica el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos. Para completar los datos, se usa un modelo cuyos supuestos parecen corresponder a un país totalmente inventado por los empleados de esta oficina estadística. El modelo nos dice, por ejemplo, que el empleo en el sector construcción de dicho país habría aumentado en junio en 29.000 personas, singular guarismo ignora totalmente el hecho de que, en la actualidad, esta industria sufre una de las peores crisis de la historia. Sin embargo, eso no es lo más ridículo, sino que este indicador imaginario afecte las estrategias financieras de los inversionistas de los Estados Unidos, del Perú y del resto del mundo. Los funcionarios de las agencias estadísticas exponen con transparencia sus metodologías y los parámetros de certidumbre que ello implica y si, pese a todo, los agentes financieros toman con ligereza decisiones que involucran los ahorros de millones de personas confiadas, ese ya es otro problema.

Por otro lado, y no quisiera deprimirlos mostrándoles sombríos panoramas, pareciera que la crisis en ciernes o en proceso –escoja la fase que prefiera– se agudizaría, no por motivos estructurales sino debido a desacertadas intervenciones de las autoridades monetarias de los grandes centros financieros del orbe. Como lo menciona el periodista Ambrose Evans-Pritchard, el Banco Central de Europa y el Banco Central de los Estados Unidos habrían decidido modificar su política para volverla más restrictiva. Ejecutar este tipo de política monetaria, en un momento donde son evidentes poderosas tendencias deflacionarias, puede ser bastante peligroso, pues el cambio puede convertir la recesión en una gran depresión. Es bueno recordar que un cambio similar produjo la Gran Depresión en los años 1930. Es conocido por los historiadores económicos que el presidente Hoover, inicialmente, redujo el tipo de interés para contrarrestar el efecto del desplome de la bolsa de Nueva York, pero a los pocos meses modificó esta política y volvió aumentar las tasas de interés. Como ahora, hubo quienes aplaudieron la revisión de la política y, sin duda alguna, fueron esas candorosas decisiones las que transformaron la crisis financiera en un gran depresión.

¿Se repetirá la historia de los desafortunados años 1930? Nadie lo sabe, pero es evidente que el rumor puede afectar severamente a los mercados financieros de bonos, acciones y mercancías. Me temo que más pronto de lo esperado comenzarán a aparecer ya algunos efectos.

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